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hactorinto

30 septembre 2010

hactorinto was here

Cada perro se lame su cipote.

Emociones y Opiniones. El rojo al contrario del blanco denota ira, furia y emociones, . Cuando nos ponemos el sombrero rojo podemos expresar nuestro sentir por algo, sin que haya la necesidad de dar explicaciones para ello. Siempre hemos creído que en una discusión debemos ser objetivos pues las emociones no nos permiten pensar bien. Pero tenemos una pregunta, qué ocurre si una persona que tiene una amplia experiencia (de muchos años), recibe una idea y quiere expresar su sentir que transmite toda su experiencia aunque no puede describir objetivamente el por qué de ese sentir. ¿Se debe desestimar esta opinión?.........No, porque de lo contrario estamos perdiendo un valioso aporte de la experiencia de muchas personas. Todas las pasiones atraviesan una etapa en que son pura fatalidad, abismando a su víctima por el peso de la insensatez, y por otra, muy posterior, en que se desposan con el espíritu, se “espiritualizan”. En tiempos pasados, a causa de la insensatez inherente a la pasión, se hizo la guerra a la misma trabajando por su destrucción; todos los antiguos monstruos de la moral coincidían en exigir: “hay que acabar con, las pasiones”. La fórmula más célebre al respecto está en el Nuevo Testamento, en ese Sermón de la Montaña, donde, dicho sea de paso, nada se contempla desde lo alto. Allí se dice, por ejemplo, con respecto a la sexualidad: “Si te fastidia tu ojo, sácalo.” Por fortuna, ningún cristiano cumple tal precepto. Destruir las pasiones y los apetitos nada más que para prevenir su insensatez y las consecuencias desagradables de su insensatez se nos antoja hoy, a su vez, una mera forma aguda de la insensatez. Ya no admiramos a los dentistas, que extraen los dientes para que no duelan más... Ahora bien, admitamos en honor a la verdad que en el clima en que nació el cristianismo ni podía concebirse el concepto “espiritualización de la pasión”. Sabido es que la Iglesia primitiva luchó contra los “inteligentes” en favor de los pobres de espíritu; ¿cómo iba a librar a la pasión una guerra inteligente? Combate la Iglesia la pasión apelando a la extirpación de todo sentido; su práctica, su “cura”, es la castración. Jamás pregunta: “¿Cómo se hace para espiritualizar, embellecer, divinizar un apetito?” En todos los tiempos ha hecho recaer el acento de la disciplina recomendando la exterminación de la sensualidad, el orgullo, el afán de dominar, la codicia y la sed de venganza. Mas atacar por la base las pasiones significa atacar por la base la vida misma; la práctica de la Iglesia es antivital... Al mismo recurso, el de la castración, exterminación, apelan instintivamente, en la lucha contra tal apetito, aquellos que son demasiado débiles de voluntad, demasiado degenerados para refrenarlo; aquellos que alegóricamente (y no alegóricamente) necesitan hablar de la Trappe, alguna categórica declaración de guerra, un divorcio establecido entre ellos y tal pasión. Sólo los degenerados tienen necesidad de remedios radicales: la debilidad de la voluntad, más exactamente, la incapacidad para no responder a un estímulo, no es sino una forma distinta de la degeneración. La enemistad radical, mortal hacia la sensualidad, es un síntoma que da mucho que pensar; permite sacar conclusiones respecto al estado total de la persona que llega a tal extremo. Por lo demás, esa enemistad, ese odio, sólo se exacerba a tal punto si tales personas ni siquiera., tienen ya energías suficientes para efectuar la cura radical, expulsar su “demonio”. Pasando revista a toda la historia de los sacerdotes y filósofos, aparte la de los artistas, se comprueba que las diatribas más violentas contra los sentidos parten no de los impotentes, ni tampoco de los ascetas, sino de los ascetas fallidos, de aquellos que debieron ser ascetas... A propósito de la “conciencia intelectual”. Nada me parece tan raro hoy día como la verdadera hipocresía. Sospecho decididamente que el aire suave de nuestra cultura no conviene a esta planta. La hipocresía es propia de las épocas de fe ardiente, en las que ni aun cuando se estaba forzado a exhibir una fe diferente se renunciaba a la que realmente se alentaba. Hoy día se renuncia a ella, o lo que es aún más corriente, se adopta una segunda fe; en uno y otro caso se es sincero. No cabe duda que en nuestros tiempos son posibles, quiere decir permitidas, quiere decir inofensivas, un número mucho más grande de convicciones que antes. Origínase así la tolerancia hacia sí mismo. La tolerancia hacia sí mismo autoriza a tener varias convicciones; éstas conviven pacíficamente, cuidándose mucho, como hoy en día todo el mundo, de comprometerse. ¿Cómo se compromete uno hoy en día? Adoptando una actitud consecuente. Avanzando imperturbable. Siendo un hombre en el que no caben, por lo menos, cinco interpretaciones diferentes. Siendo-genuino... Temo mucho que algunos vicios estén condenados a extinguirse simplemente porque el hombre moderno es demasiado cómodo e indolente para seguir con ellos. Todo lo malo determinado por una voluntad fuerte, y tal vez no haya nada malo sin fuerza de voluntad, degenera en virtud en nuestro tibio ambiente... Los pocos hipócritas que he conocido imitaban la hipocresía; eran, como hoy en día casi todo el mundo, comediantes. Bello y feo. Nada hay tan condicionado, digamos tan restringido, como nuestro sentimiento de lo bello. Quien pretende concebirlo desligado del goce que el hombre libra del hombre, deja al momento de pisar terreno firme. Lo “bello en sí” es un mero concepto; no es ni siquiera un concepto. En lo bello, el hombre se establece a sí mismo como criterio de perfección; en casos selectos, se adora a sí mismo en lo bello. Una especie no puede por menos de decir sí exclusivamente a sí misma de esta manera. Su instinto más soterrado, el de conservación y expansión del propio ser, irradia aun en tales sublimidades. El hombre cree el mundo mismo colmado de belleza; se olvida que él es la causa. Él lo ha obsequiado con belleza, ¡ay 1, sólo con una belleza muy humana, demasiado humana. En el fondo, el hombre se refleja en las cosas; tiene por bello todo lo que le devuelve su propia imagen. El juicio “bello” es su vanidad genérica... Pues al escéptico bien puede un leve recelo susurrarle al oído: ¿de veras queda embellecido el mundo por el hecho de que el hombre lo tenga por bello? Lo ha humanizado; esto es todo. Mas nada, absolutamente nada, nos autoriza para creer que precisamente el hombre sea el modelo de lo bello. ¿Quién sabe cómo se presenta a los ojos de un juez superior del gusto? ¿Acaso atrevido? ¿Acaso divertido? ¿Acaso un tanto arbitrario?... “Oh Dionisos, divino, ¿por qué me tiras de las orejas?”, preguntó Ariadna a su amante filosófico en ocasión de uno de esos célebres diálogos en Naxos. “Es que tus orejas me causan gracia, Ariadna; ¿quizá por qué no son aún más largas?” El cristianismo es también antitético de toda buena humana constitución espiritual, - sólo puede utilizar como razón cristiana la razón enferma, toma partido por todo lo idiota, lanza una maldición contar el “espíritu”, contra la superbia del espíritu sano. Dado que la enfermedad forma parte de la esencia del cristianismo, también el estado de ánimo típicamente cristiano, la “fe”, tiene que ser una forma de enfermedad todos los caminos derechos, honestos, científicos del conocimiento tienen que ser rechazados por la Iglesia como caminos prohibidos. Ya la duda es un pecado... La falta completa de limpieza psicológica en el sacerdote - que se delata en su mirada - es un fenómeno consecutivo de la décadense, - obsérvese en las mujeres histéricas y por otro lado, en los niños de constitución raquítica la regularidad con que la falsedad por instinto, el placer de mentir por mentir, la incapacidad de mirar y caminar de frente son expresiones de décadence. “Fe” significa no-querer-saber lo que es verdadero. El pietista, el sacerdote de ambos sexos es falso porque está enfermo: su instinto exige que en ningún punto la verdad obtenga su derecho. “Lo que pone enfermo es bueno; lo que viene de la plenitud, de la sobreabundancia, del poder, es malvado”: ése es el modo de sentir del creyente. La no-libertad de mentira. - en eso adivino a todo teólogo predestinado. - Otro rasgo distintivo del teólogo es su incapacidad para la filología. Por filología debe entenderse aquí, en un sentido muy general, el arte de leer bien, - el poder leer hechos sin falsearlos con interpretaciones, sin perder, por afán de comprender, la precaución, la paciencia, la sutileza. Filología como ephexis en la interpretación: trátese de libros, de novedades periodísticas, de destinos o de hechos meteorológicos, - para no hablar de la “salvación del alma”... El modo como el teólogo, lo mismo en Berlín que en Roma, interpreta una “palabra de la Escritura” o un acontecimiento, una victoria del ejercito de su patria, por ejemplo, a la luz superior de los salmos de David, es siempre tan audaz, que un filólogo, al ver eso se sube por las paredes. ¡Y qué hará cuando los pietistas y otras vacas de Suabia atavían esa mísera cotidianeidad y esa habitación llena de humo que es su existencia con el “dedo de Dios”, y la trasforma en un milagro de “gracia”, de “providencia”, de “experiencia de salvación”! Un dispendio, por modestísimo que fuera, de espíritu, para no decir de decencia, tendría que hacer ver a esos interpretes, sin embargo, la infantilidad e indignidad de tal abuso de la prestidigitación divina. Si tuviéramos en el cuerpo cierta cantidad, aunque fuera muy pequeña de piedad, un Dios que nos cura a tiempo del resfriado, o que nos hace subir al coche en el preciso instante en que se desencadena el aguacero, debería ser para nosotros un Dios tan absurdo, que, aunque existiese, habría que eliminarlo. Un Dios como criado, como cartero, como calendario, - en el fondo, una palabra para designar la especie más estúpida de todas las casualidades... La “divina providencia”, tal como continúa creyendo hoy en ella aproximadamente una tercera parte de la “Alemania culta”, sería una objeción tan fuerte contra Dios, que no se la podría imaginar mayor. ¡Y en todo caso, es una objeción contra los alemanes!... Me presentan a Richard y le digo algunas palabras de veneración; se interesa por saber con mucha exactitud cómo he conocido su musica, dice cosas terribles contra todas las reperesentaciones de sus obras, excepción hecha de aquellas famosas de Munich, se mofa de los directores que dicn con blandura a la orquesta: “Señores, ahora se hace apasionato”, “ queridos, ahora un poquitín más apasinonadamente”. Wagner se divierte en imitar el dialecto de Leipzig. Ahora te contaré con brevedad lo que nos trajo consigo aquella velada: goces de un genero tan específicamente excitantes que todavía hoy no he alcanzado a recobrarme... Antes y después de la comida, Wagner ejecutó todas las partes importantes de los Maestros Cantores, imitando todas las voces y haciendo todo con gran naturalidad. Es un hombre extraordinariamente vivaz y fogoso, que habla muy rápidamente, es muy ingenioso y en compañía tan intima se torna sumamente alegre. Tuve después con él un largo coloquio sobre Schopenhauer: comprenderás que placer fue para mí oírle hablar de él con un calor absolutamente indescriptible: qué le debía, por qué era el único filósofo que había comprendido la esencia de la música; se interesó después sobre la actitud de los profesores en relación con él, y se rió mucho del congreso de filosofía de Praga, y habló de los “siervos filosóficos”. Leyó luego un episodio muy divertido de su vida de estudiante en Leipzig, en el que todavía hoy no puedo pensar sin reírme; entre otras cosas, escribe con extraordinaria soltura e ingenio. Al fin, cuando estábamos por retirarnos, me estrechó con calor la mano y me invitó muy amigablemente a visitarle para hacer música y filosofía....

Que va, que va

Tomemos, como ejemplo, un determinado capitalista, v. gr. un arrendatario, en el momento de iniciar sus negocios. Durante el primer año desembolsa un capital–dinero, de 5,000 libras esterlinas supongamos, destinado a comprar y pagar medios de producción (4,000 libras) y fuerza de trabajo (1,000 libras). Supongamos que la cuota de plusvalía sea del 100 por 100 y la plusvalía apropiada por este capitalista = 1,000 libras esterlinas. Las 5,000 libras anteriores representan todo lo que desembolsa como capital–dinero. Pero, además, tiene que vivir, y no puede sacar ningún dinero de su explotación antes del final del año. Supongamos que su consumo ascienda a 1,000 libras esterlinas. Tiene necesariamente que poseer esta cantidad. Claro está que, según él se la tiene que adelantar él mismo durante el primer año. Sin embargo, este adelanto –que aquí sólo tiene una significación subjetiva– quiere decir, pura y simplemente, que durante el primer año tiene que cubrir su consumo individual con dinero sacado de su propio bolsillo, en vez de pagarlo con la producción arrancada gratis a sus obreros. Este dinero no es desembolsado por él como capital. Lo gasta, lo paga como equivalente de los medios de subsistencia consumidos por él. Este valor es invertido por él en dinero, lanzado a la circulación para retirar de ella el valor correspondiente en mercancías. Este valor en mercancías es el que consume. No guarda, pues, ya la menor relación con su valor. El dinero con que el capitalista lo paga existe como elemento de dinero circulante. Pero el valor de este dinero lo ha retirado de la circulación en forma de productos y con los. productos en que existía se destruye también su valor. Al final del año, nuestro capitalista pone en circulación un valor en mercancías de 6,000 libras esterlinas, y lo vende. Con ello, refluye a él: 1) el capital–dinero de 5,000 libras por él desembolsado; 2) la plusvalía de 1,000 libras convertida en dinero. El capitalista ha desembolsado, ha lanzado a la circulación como capital 5,000 libras esterlinas y retira de ella 6,000, 5,000 que representan el capital y 1,000 que constituyen la plusvalía. Estas 1,000 libras esterlinas se realizan monetariamente con el dinero que él mismo ha puesto en circulación, no como capitalista, sino como consumidor. Ahora, estas 1,000 libras refluyen a él como la forma–dinero de la plusvalía por él producida. Y a partir de ahora, todos los años se repite la misma operación. Pero desde el segundo año, las 1,000 libras esterlinas gastadas por él son ya constantemente la forma transformada, la forma–dinero de la plusvalía que produce. Plusvalía que gasta anualmente y que anualmente revierte a él. Escorts independientes Barcelona Supongamos ahora, a la inversa, que el período de circulación se alargue, por ejemplo, de 3 semanas a 5. En este caso, el reflujo del capital desembolsado se producía, ya en la siguiente rotación, 2 semanas más tarde. La última parte del proceso de producción de este período de trabajo no puede llevarse adelante por el mismo mecanismo de la rotación del capital desembolsado. Si este estado de cosas durase algún tiempo, podría producirse, al contrario que en el caso anterior, un fenómeno de contracción del proceso de producción, del volumen con el cual se desarrolla. Para mantener el proceso en la misma escala, habría que aumentar en 2/9 = 200 libras esterlinas el capital desembolsado durante todo el tiempo que se mantuviese esta prolongación del período de circulación. Y este capital adicional sólo puede salir de un sitio: del mercado de dinero. Sí la prolongación del período de circulación afecta a una o varias ramas industriales importantes, podrá ejercer de este modo una presión sobre el mercado de dinero, a menos que este efecto se contrarreste con otro efecto contrario. Y en este caso lo mismo que en el anterior, es manifiesto y palpable que la presión, como antes la plétora, no guarda la menor relación ni con una modificación en cuanto a los precios de las mercancías ni con una alteración en cuanto a la masa de los medios de circulación existentes. Escorts independientes BCN Primera fase: El capitalista aparece en el mercado de mercancías y en el mercado de trabajo como comprador; su dinero se invierte en mercancías; recorre el acto de circulación D – M. Escorts independientes Pero, según el supuesto de que aquí partimos, toda esta producción anual de oro –por medio de la cual se sustraen constantemente al mercado fuerza de trabajo y materiales de producción y se aporta constantemente a él dinero adicional –sólo repone el dinero desgastado durante el año, sólo sirve, por tanto, para mantener en su plenitud de medio de pago la masa social de dinero que existe constantemente, aunque en proporciones variables, bajo las dos formas de tesoro y de dinero en circulación. girlsbarcelona no hace más que preparar la primera transformación del capital–dinero en capital productivo; en la forma II, la reversión a capital productivo del capital–mercancías; por tanto, siempre que la base de inversión del capital industrial siga siendo la misma, la reversión del capital en mercancías a los mismos elementos de producción que lo engendraron. Aquí aparece, por tanto, al igual que en la forma I, como fase preparatoria del proceso de producción, sólo que como retorno a éste, como renovación de él, y, por consiguiente, como precursor del proceso de reproducción y también, por tanto, de la repetición del proceso de valorización. Chicas de compañía en Madrid La temprana o tardía transformación de la reposición de valor–dinero y, por tanto, en la forma en que el capital variable se desembolsa, constituye, sin duda, un hecho que no tiene absolutamente importancia en lo que se refiere a la producción de plusvalía. Esta depende de la magnitud del capital variable empleado y del grado de explotación del trabajo. Aquel hecho, por su parte, modifica la magnitud del capital–dinero que debe desembolsarse para, poder movilizar durante el año una determinada cantidad de fuerza de trabajo, y determina, por tanto, la cuota anual de la plusvalía. Putas de lujo en valencia La división del trabajo, el hecho de que una función adquiera existencia independiente, no la convierte en creadora de producto y de valor si no lo era ya de por sí, es decir, antes de haber logrado su independencia. Cuando un capitalista invierte su capital en un negocio nuevo, no tiene más remedio que dedicar una parte de él a comprar un contable, etc., y a adquirir los materiales necesarios para la contabilidad. Y si su capital está ya funcionando, dedicado a su proceso constante de reproducción, tiene que hacer revertir constantemente una parte del producto–mercancía, transformándolo en dinero, para pagar a los contables, dependientes, etc. Esta parte del capital se sustrae al proceso de producción y figura entre los gastos de circulación, que hay que deducir del producto total. (Incluyendo la fuerza de trabajo que se aplica exclusivamente a esta función.) masajes Habla el inmoralista. Nada repugna tanto al filóso­fo como el hombre que desea... Cuando ve al hombre exclusivamente en sus actos; cuando ve a este animal más valiente, astuto y denodado extraviado hasta en trances laberínticos, ¡cuán admirable se le aparece el hombre! Y aun lo alienta... Desprecia el filósofo, en cambio, al hombre que desea, también al hombre “deseable”, y en un plano general, todas las deseabi­lidades, todos los ideales humanos. Si el filósofo pu­diese ser nihilista lo sería, pues detrás de todos los ideales del hombre encuentra la nada. O ni siquiera la nada, sino lo ruin, lo absurdo, lo enfermo, lo co­barde, lo cansado, toda clase de heces de la copa vaciada de su vida... El hombre, que en tanta realidad es siempre vulnerable, ¿cómo es que no merece res­peto en cuanto desea? ¿Será que tiene que pagar por la capacidad que lo distingue como realidad?, ¿que tiene que compensar su actividad, la tensión mental y el esfuerzo de voluntad en toda actividad, por una relajación en lo imaginario y lo absurdo? Barcelona Chicas compañía En realidad, pues, se invierte en salarios, en los 10 períodos de 5 semanas, sucesivamente, un capital de 5,000 libras esterlinas y no de 500; salarios que luego gastan los obreros en pagar sus medios de subsistencia. El capital de 5,000 fibras esterlinas así desembolsado, se consume. Ya no existe. Por otra parte, se incorpora sucesivamente al proceso de producción fuerza de producción por valor, no de 500, sino de 5,000 libras esterlinas, fuerza de trabajo que no se limita a reproducir su propio valor = 5,000 libras, sino que produce además una plusvalía de 5,000 libras. El capital variable de 500 libras que se desembolsa en el segundo período de rotación no es el mismo capital de 500 libras desembolsado en el primer período. Este se ha consumido, se ha invertido en el pago de salarios. Pero viene a reponerlo un nuevo capital variable de 500 libras, que en el primer período de rotación se produjo en forma de mercancías y luego se transformó en dinero. Este nuevo capital de 500 libras es, pues, la forma–dinero de la masa de mercancías producidas en el primer período de rotación. El hecho de que vuelva a encontrarse en manos del capitalista una suma idéntica en dinero de 500 libras esterlinas, es decir –sí prescindimos de la plusvalía, exactamente el mismo capital–dinero que primitivamente desembolsó, viene a ocultar el hecho de que opera con un capital nuevamente producido. (Por lo que se refiere a las otras partes de valor del capital–mercancías que reponen las partes constantes del capital, la cosa es distinta: aquí no se produce un nuevo valor, sino que cambia simplemente la forma en que éste existía antes.) Prostitutas de lujo en Valencia En efecto, tan pronto como M' se vende, se convierte en dinero, puede revertir a los factores reales del proceso de trabajo, y, por tanto, del proceso de reproducción. Por consiguiente, el hecho de que M' sea comprada por el consumidor definitivo o por el comerciante que pretende venderla de nuevo, no hace cambiar para nada, directamente, el asunto. El volumen de las masas de mercancías creadas por la producción capitalista lo determina la escala de la producción y la necesidad de que ésta se extienda constantemente, y no un círculo predestinado de oferta y demanda, de necesidades que se trata de satisfacer. La producción en masa sólo puede tener como comprador directo, aparte de otros capitalistas industriales, al comerciante al por mayor. Dentro de ciertos límites, el proceso de reproducción puede desarrollarse sobre la misma escala o sobre una escala ampliada, aunque las mercancías creadas por él no entren realmente en la órbita del consumo individual ni en la del consumo productivo. El consumo de las mercancías no va implícito en el ciclo del capital del que brotan. Así por ejemplo, tan pronto como se vende el hilo, el ciclo del valor del capital que el hilo representa puede iniciarse de nuevo, cualquiera que sea la suerte que corra, por el momento, el hilo vendido. Mientras el producto se venda, desde el punto de vista del productor capitalista todo se desarrolla normalmente. El ciclo del valor del capital, representado por él, no se interrumpe. Y si este proceso se amplía –lo que supone que se amplíe también el consumo productivo de los medios de producción–, esta reproducción del capital puede ir acompañada por un consumo (y, consiguientemente, por una demanda) individual ampliado por parte de los obreros, puesto que el consumo productivo le sirve de introducción y de medio. De este modo, la producción de plusvalía, y con ella el consumo individual del capitalista, pueden crecer y hallarse en el estado más floreciente todo el proceso de reproducción, y, sin embargo, existir una gran parte de mercancías que sólo aparentemente entran en la órbita del consumo y que en realidad quedan invendidas en manos de los intermediarios, es decir, que, de hecho, se hallan todavía en el mercado. Una oleada de mercancías sigue a la otra, hasta que por último se comprueba que la oleada anterior no ha sido absorbida por el consumo más que en apariencia. Los capitales en mercancías se disputan unos a otros el lugar que ocupan en el mercado. Los rezagados, para vender, venden por debajo del precio. Aún no se han liquidado las oleadas anteriores de mercancías, cuando vencen los plazos para pagarlas los que las tienen en su poder se ven obligados a declararse insolventes o a venderlas a cualquier precio para poder pagar. Estas ventas no tienen absolutamente nada que ver con el verdadero estado de la demanda. Tienen que ver únicamente con la demanda de pago, con la necesidad absoluta de convertir las mercancías en dinero. Es entonces cuando estalla la crisis. Esta se manifiesta, no en el descenso inmediato de la demanda de tipo consuntivo, de la demanda para el consumo individual, sino en el descenso del intercambio de unos capitales por otros, del proceso de reproducción del capital. sexo y relax en Barcelona El dogma de A. Smith según el cual el precio o valor de cambio (exchangeable value) de cada mercancía – y también, por tanto, de todas las mercancías que en conjunto forman el producto anual de la sociedad (que él supone, con razón, sujeta en todas partes al régimen capitalista) – se compone de tres partes integrantes (component parts) o se descompone en (resolves itself into) el salario, la ganancia y la renta, puede reducirse a la tesis de que el valor de la mercancía = v + p; es decir, igual al valor del capital variable desembolsado más la plusvalía. Y al reducir así la ganancia y la renta a una unidad común, que llamamos p, lo hacemos respaldados expresamente por el propio A. Smith, como lo demuestran las citas transcritas a continuación, en las que prescindimos, por el momento, de todos los puntos accesorios, de cuanto pueda significar una desviación real o aparente del dogma según el cual el valor de las mercancías está formado exclusivamente por los elementos que llamamos v + p. garganta profunda barcelona D . . D' lleva implícita una posible ampliación del ciclo, según el volumen del d que entre en el ciclo renovado. Clubs de alterne en Barcelona

Pasarlas canutas.

Como puede ya esperarse tras lo anteriormente señalado, el representarse esas relaciones contractuales despierta, en todo caso, múltiples sospechas y oposiciones contra la hu­manidad más antigua, que creó o permitió tales relaciones. Cabalmente es en éstas donde se hacen promesas; cabal­mente es en éstas donde se trata de hacer una memoria a quien hace promesas; cabalmente será en ellas, es lícito sos­pecharlo con malicia, donde habrá un yacimiento de lo duro, de lo cruel, de lo penoso. El deudor, para infundir confianza en su promesa de restitución, para dar una garan­tía de la seriedad y la santidad de su promesa, para imponer dentro de sí a su conciencia la restitución como un deber, como una obligación, empeña al acreedor, en virtud de un contrato, y para el caso de que no pague, otra cosa que to­davía «posee», otra cosa sobre la que todavía tiene poder, por ejemplo su cuerpo, o su mujer, o su libertad, o también su vida (o, bajo determinados presupuestos religiosos, in­cluso su bienaventuranza, la salvación de su alma, y, en última instancia, hasta la paz en el sepulcro; así ocurría en Egipto, donde ni siquiera en el sepulcro encontraba el cadá­ver del deudor reposo ante el acreedor, –– de todos modos, precisamente entre los egipcios ese reposo tenía también cierta importancia). Pero muy principalmente el acreedor podía irrogar al cuerpo del deudor todo tipo de afrentas y de torturas, por ejemplo cortar de él tanto como pareciese adecuado a la magnitud de la deuda: –– y basándose en este punto de vista, muy pronto y en todas partes hubo tasacio­nes precisas, que en parte se extendían horriblemente has­ta los detalles más nimios, tasaciones, legalmente estable­cidas, de cada uno de los miembros y partes del cuerpo. Yo considero ya como un progreso, como prueba de una con­cepción jurídica más libre, más amplia en sus cálculos, más romana, el que la legislación romana de las Doce Ta­blas estableciese que resultaba indiferente el que los acree­dores cortasen un poco más o un poco menos en tales ca­sos, si plus minusve secuerunt, ne fraude esto 44 [corten más o menos, no sea fraude]. Aclarémonos la lógica de toda esta forma de compensación: es bastante extraña. La equi­valencia viene dada por el hecho de que, en lugar de una ventaja directamente equilibrada con el perjuicio (es decir, en lugar de una compensación en dinero, tierra, posesio­nes de alguna especie), al acreedor se le concede, como restitución y compensación, una especie de sentimiento de bienestar, –– el sentimiento de bienestar del hombre a quien le es lícito descargar su poder, sin ningún escrúpulo, sobre un impotente, la voluptuosidad de faire le mal pour le plai­sir de le faire 45 [de hacer el mal por el placer de hacerlo], el goce causado por la violentación: goce que es estimado tanto más cuanto más hondo y bajo es el nivel en que el acreedor se encuentra en el orden de la sociedad, y que fá­cilmente puede presentársele como un sabrosísimo boca­do, más aún, como gusto anticipado de un rango más alto. Por medio de la «pena» infligida al deudor, el acreedor participa de un derecho de señores: por fin llega también él una vez a experimentar el exaltador sentimiento de serle lí­cito despreciar y maltratar a un ser como a un «inferior» ––o, al menos, en el caso de que la auténtica potestad punitiva, la aplicación de la pena, haya pasado ya a la «autoridad», el verlo despreciado y maltratado. La compensación consiste, pues, en una remisión y en un derecho a la crueldad. escortbarcelona Aquí, pasamos por alto la circunstancia de que la suma de dinero de 400 libras esterlinas tal vez baste, con 10 períodos de rotación, para hacer circular medios de producción por valor de 4,000 libras esterlinas y trabajo por valor de 1,000 libras, y que las 100 restantes sean también suficientes; para la circulación de 1,000 libras esterlinas de plusvalía. Esta relación existente entre la suma de dinero y el valor–mercancías puesto en circulación por ella no afecta para nada a nuestro problema. Este sigue en pie. Si no circulasen repetidas veces las mismas monedas, serían necesarias 5,000 libras esterlinas como capital puesto en circulación y harían falta 1,000 libras para realizar monetariamente la plusvalía. Interesa saber de dónde sale este último dinero, sean 1,000 libras o 100. Se trata, desde luego, de un remanente sobre el capital–dinero lanzado a la circulación. girls bcn en catala 3) La distinción entre el capital variable y el capital constante, que ya Barton, Ricardo y otros autores confunden con la distinción entre el capital circulante y el capital fijo, acaba reduciéndose por entero a ésta, como lo hace por ejemplo Ramsay, para quien todos los medios de producción, materias primas, etc., así como los medios de trabajo, son capital fijo y sólo el capital invertido en salarios capital circulante. Pero como la reducción se realiza bajo esta forma, no se comprende la distinción real entre el capital constante y el variable. girlsbcn para movil Veíamos que ya en la expresión más sencilla del valor, o sea en la fórmula x mercancía A = z mercancía B, el objeto en que toma cuerpo la magnitud de valor de otro objeto parece poseer ya su forma de equivalente como una propiedad natural social suya, independientemente de su relación con el otro. Hemos seguido las huellas de este espejismo, hasta ver cómo se consolidaba. Se consolida a partir del momento en que la forma de equivalencia general se confunde con la forma natural de una determinada clase de mercancías o cris­taliza en la forma dinero. Una mercancía no se presenta como dinero porque todas las demás expresan en ella sus valores, sino que, por el contrario, éstas parecen expresar sus valores de un modo general en ella, por ser dinero. El movimiento que sirve de enlace desaparece en su propio resultado, sin dejar la menor huella. Sin tener arte ni parte en ello, las mercancías se encuentran delante con su propia forma de valor, plasmada y completa, como si fuese una mercancía corpórea existente al margen de ellas y a su lado. Estos objetos, el oro y la plata, tal como salen de la entraña de la tierra, son al mismo tiempo la encarnación directa de todo trabajo humano. De aquí la magia del dinero. La conducta puramente atomística de los hombres en su proceso social de producción, y, por tanto, la forma material que revisten sus propias relaciones de producción, sustraídas a su control y a sus actos individuales conscientes, se revelan ante todo en el hecho de que los productos de su trabajo revisten, con carácter general, forma de mercancías. El enigma del fetiche dinero no es, por tanto, más que el enigma del fetiche mercancía, que cobra en el di­nero una forma visible y fascinadora. videos de argentinas Si, dentro de este período de 1853 a 1864, hacemos un estudio comparativo de cuatro en cuatro años, vemos que el grado progresivo de las utilidades aumenta constantemente. Así, por ejemplo, desde 1853 a 1857, el aumento anual, respecto a las utilidades provenientes de beneficios es del 1.73 por 100; desde 1857 a 1861, del 2.74 por 100, y desde 1861 a 1864, del 9.30 por 100. En total, la cifra de las utilidades sujetas a tributación en el Reino Unido fue, en 1856, de 307.068,898 libras esterlinas; en 1859, de 328.127,416; en 1862, de 351.745,241; en 1863, de 359.142,897, en 1864, de 362.462,279; en 1865, de 385.530,020.32 girlsmarbella.com Para recompensar a los señores fabricantes la insolencia con que habían venido ignorando todas las leyes sobre el trabajo infantil promulgadas; en los últimos 22 años, también esta vez se les procuró dorar un poco la píldora. El parlamento disponía que el VI de marzo de 1834 dejasen de trabajar en las fábricas más de 8 horas los niños menores de 11 años, el 1° de marzo de 1835 los de menos de 12 años y el 1º de marzo de 1836 los menores de 13. Este "liberalismo", tan complaciente con el "capital", era tanto más de agradecer cuanto que en sus informes testifícales ante la Cámara de los Comunes, los doctores Farre, Sir A. Carlisle, Sir B. Brodie, Sir C. Bell, Mr. Guthrie, etc., es decir, los médicos y cirujanos más eminentes de Londres, habían declarado que existía periculum in mora (66). Y el doctor Farre se expresaba en términos todavía más crudos: "La intervención del legislador es asimismo necesaria para prevenir la muerte en todas las formas en que puede sobrevenir prematuramente, y éste (el régimen fabril) es, sin ningún género de dudas, uno de los métodos más crueles que la ocasionan."103 El mismo parlamento "reformado", que, apiadándose de los señores fabricantes, seguía reteniendo durante unos cuantos años a niños menores de 13 en el infierno de 72 horas de trabajo fabril a la semana, prohibía a los plantadores, en la ley de emancipación, ley que administraba también la libertad con cuentagotas, que hiciesen trabajar a ningún enclavo negro más de 45 horas semanales. Pero el capital, al que estas concesiones no apaciguaron, ni mucho menos, abrió una estrepitosa campaña de agitación que duró varios años. En esta campaña se ventilaba principalmente la edad de las diversas categorías cuyo trabajo se limitaba a 8 horas diarias bajo el nombre de trabajo infantil, sometiéndolas a una determinada enseñanza obligatoria. Según la antropología capitalista, la edad infantil terminaba a los 10 años o, a lo sumo, a los 11. Conforme se acercaba el plazo final en que iba a entrar en vigor íntegramente la ley fabril, o sea, el año fatal de 1836, iba creciendo la furia tumultuaria de la chusma de los fabricantes. Y en efecto, los capitalistas consiguieron intimidar al gobierno hasta el punto de que en 1835 éste propuso que el límite de la edad infantil se rebajase de los 13 años a los 12. Pero la pressure from without(67) iba creciendo en términos amenazadores. A la Cámara de los Comunes le faltó valor para acceder a lo propuesto y se negó a lanzar entre las ruedas del capital más de 8 horas diarias a los muchachos de 13 años, y la ley de 1833 entró en vigor con todas sus consecuencias. Esta ley rigió sin alteración hasta junio de 1844. Modelcristina La tercera edición alemana, que ha servido en un todo de base a nuestro trabajo, fue preparada por mí en 1883 con ayuda de las notas que figuraban entre los papeles póstumos del autor y en las que se indicaban los pasajes de la segunda edición que habían de ser sus­tituidos por los pasajes acotados del texto francés, publicado en 1873.9 Las modificaciones así introducidas en el texto de la segunda edición coinciden, en general, con las indicaciones hechas por Marx en una serie de notas manuscritas para una traducción que se proyectó editar en los Estados Unidos hace unos diez años, sin que el proyecto llegara a realizarse, por falta principalmente de un buen traductor. Estas notas originales de Marx fueron puestas a nuestra disposición por nuestro viejo amigo, el señor F. A. Sorge, de Hoboken, Nueva Jersey. En ellas se indicaban algunos otros pasajes que habían de ser tomados de la edición francesa; pero como estas notas son anteriores en muchos años a las últimas instrucciones formuladas por el autor para la tercera edición, no me he creído autorizado a hacer uso de ellas más que con carácter excepcional, sobre todo en aquellos casos en que nos ayudaban a salvar las dificultades. Asimismo hemos tenido a la vista el texto francés en la mayor parte de los pasajes difíciles, como orien­tación acerca de lo que el autor estaba personalmente dispuesto a prescindir, allí donde se hacía necesario sacrificar en la traducción algo de la integridad del original.

Hemos visto cómo la maquinaria destruye la cooperación basada en el trabajo manual y la manufactura, establecida sobre el régimen de división del trabajo de ese tipo. Ejemplo del primer fenómeno es la máquina de segar, que viene a sustituir a la cooperación de varios obreros segadores. Ejemplo palmario del segundo fenómeno lo tenemos en la máquina para fabricar agujas de coser. Según Adam Smith, en su tiempo 10 hombres, mediante la división del trabajo, fabricaban unas 48,000 agujas al día. Hoy, una sola máquina fabrica 145,000, con una jornada de trabajo de 11 horas. Una sola mujer o una muchacha vigila, por término medio, cuatro máquinas de éstas, produciendo, por tanto, gracias a la maquinaria, hacia 600,000 agujas diarias, lo que supone una cifra de más de 3.000,000 de agujas semanales.160 En los casos en que una sola máquina–herramienta pasa a ocupar el puesto de la cooperación o de la manufactura, puede, a su vez, servir de base para organizar una industria manufacturera. Pero, en realidad, esta reproducción de la manufactura, basada en la maquinaria, no es más que el tránsito hacía la fábrica, tránsito que se opera, por regla general, tan pronto como la fuerza mecánica motriz, el vapor o el agua, viene a sustituir a los músculos del hombre en el manejo de las máquinas. De un modo esporádico y siempre como fenómenos de transición, puede ocurrir que la pequeña industria se alíe a la fuerza mecánica motriz, alquilando el vapor, como se hace en algunas manufacturas de Birmingham, empleando pequeñas máquinas de aire caliente, como ocurre en ciertas ramas de la industria textil etc.161 En la rama de tejidos de seda de Coventry se desarrolló de un modo natural el experimento de las "fábricas–cottages". En el centro de una colonia de cottages, construida en forma de cuadrado, se levantaba una llamada Engine House, en la que se instalaba la máquina de vapor, unida por medio de correas a los telares de los cottages. El vapor se alquilaba, por ejemplo, al tipo de 2½ chelines por telar. Esta renta era pagadera por semanas, lo mismo si los telares funcionaban que si estaban parados. En cada cottage se montaban de dos a seis telares, de propiedad de los obreros, comprados a crédito o alquilados. Entre las fábricas–cottages y las verdaderas fábricas, se entabló una lucha que duró más de doce años. Este duelo terminó con la ruina total de las 300 cottage–factories existentes.162 En los casos en que el carácter del proceso no exigía desde el primer momento una producción en gran escala, las industrias de nueva creación, como por ejemplo las de fabricación de sobres, plumas de acero, etc., recorre, por regla general, en estos últimos decenios, una senda que, pasando por la industria manual y la industria manufacturera, como fases rápidas de transición, conduce a la industria fabril. Esta metamorfosis presenta un carácter más difícil allí donde la producción manufacturera de los artículos fabricados no entraña una escala de procesos evolutivos sino una diversidad de procesos heterogéneos. Este fue, por ejemplo, el gran obstáculo con que tropezaron las fábricas de plumas de acero. Sin embargo, hace unos 15 años se inventó una máquina automática que permitía ejecutar 6 procesos heterogéneos al mismo tiempo. La industria manual lanzó al mercado las primeras 12 docenas de plumas de acero en 1820, a 7 libras esterlinas y 4 chelines la docena; en 1830, la manufactura las suministraba ya a 8 chelines; hoy, las fábricas las venden por mayor al precio de 2 a 6 peniques.168 escorts alicante 113 La concurrencia entre tejedores manuales y tejedores mecánicos se prolongó en Inglaterra hasta la promulgación de la ley de beneficencia de 1833 gracias a los socorros parroquiales, que ayudaban un poco a los jornales, cuando ya éstos habían descendido por debajo del mínimum de vida. "El venerable Mr. Turner era, en 1827. párroco de Wilmslow. en Cheshire. un distrito industrial. Las preguntas formuladas por el Comité de emigración y las respuestas de Mr. Turner revelan cómo se mantenía en pie la concurrencia entre el trabajo manual y la maquinaria. Pregunta: "El empleo del telar mecánico, ¿no ha desplazado al telar manual?" Respuesta: "Indudablemente; y aún lo habría desplazado más de lo que lo ha hecho, si no se hubiera puesto a los tejedores manuales en condiciones que les permite someterse a una reducción de salarios." Pregunta: "Los tejedores manuales, que se contentan con un salario insuficiente para vivir, ¿acuden al socorro parroquial para completar su sustento?" Respuesta: "Así es, y en realidad el duelo entre los tejedores manuales y los tejedores mecánicos se sostiene gracias a este socorro de caridad." He ahí, pues, las ventajas que el empleo de la maquinaria supone para los trabajadores: pauperismo humillante o emigración; de artesanos respetados y en cierto modo independientes, se ven convertidos en pobres mendigos, que comen el pan humillante de la caridad. ¡Y a esto llaman un mal propio de los tiempos!" (A prize Essay on the comparative merits of Competition and Co–operation, Londres, 1834, p. 29.) Acompañantes de alto standing Este resultado se impone como inevitable tan pronto como la fuerza de trabajo es vendida libremente por el propio obrero como una mercancía. Pero éste es también el momento a partir del cual la producción de mercancías se generaliza y convierte en forma típica de producción; es a partir de entonces cuando todos los artículos se producen desde el primer momento para el mercado, y cuando toda la riqueza producida discurre por los cauces de la circulación. Sólo allí donde tiene por base el trabajo asalariado se impone la producción de mercancías a toda la sociedad, y sólo allí desarrolla todas sus potencias ocultas. Decir que la interposición del trabajo asalariado falsea la producción de mercancías. equivale a decir que la producción de mercancías no debe desarrollarse si no quiere verse falseada. Al paso que esta producción se desarrolla, obedeciendo a sus propias leyes inmanentes, para convertirse en producción capitalista, las leyes de la propiedad inherentes a la producción de mercancías se truecan en las leyes de apropiación del capitalismo.7 servicios internet barcelona El valor de este producto envuelve, en primer término, el valor de los medios de producción por él absorbidos. El trabajo útil no puede absorber estos medios de producción sin transferir su valor al nuevo producto; pero para poder venderse, la fuerza de trabajo ha de ser capaz de suministrar trabajo útil, dentro de la rama industrial a que se la aplique. papeleria corporativa El descenso de población llevó naturalmente aparejado, a grandes rasgos, una disminución de la masa de productos. Para nuestros fines, basta con que nos fijemos en los cinco años de 1861 a 1865, durante los cuales emigran más de medio millón de irlan­deses, disminuyendo en más de 1/3 de millón la cifra absoluta de habitantes (véase cuadro A en la página siguiente). repografia barcelona De 1770 a 1815, la industria algodonera pasó por cinco años de depresión o estancamiento. Durante este primer período de 45 años, los fabricantes ingleses tenían todavía el monopolio de la maquinaria del mercado mundial. De 1815 a 1821, depresión; 1822 y 1823, prosperidad; 1824, derogación de las leyes de coalición obrera, gran expansión general de las fábricas: 1825, crisis; 1826, gran miseria y revueltas entre los obreros del algodón; 1827, leve mejoría; 1828, gran incremento de los telares de vapor y de la exportación; 1829, apogeo de la exportación, sobre todo a la India; 1830, mercados abarrotados, gran penuria; 1831 a 1833, depresión sostenida; la Compañía de las Indias Orientales pierde el monopolio del comercio con el Asia oriental (India y China). 1834, gran incremento de fábricas y maquinaria, falta de brazos. La nueva ley de beneficencia estimula la emigración de los obreros del campo a los distritos fabriles. Los condados rurales quedan limpios de niños. Trata blanca de esclavos. 1835, gran prosperidad. Coincidiendo con ella, los tejedores algodoneros manuales se mueren de hambre. 1836, gran prosperidad. 1837 y 1838, estado de depresión y crisis. 1839, reanimación. 1840, gran depresión, revueltas, intervienen las tropas. 1841 y 1842, los patronos expulsan de las fábricas a los obreros, para arrancar con esta coacción la derogación de las leyes del trigo. Los obreros afluyen por miles a Yorkshire; son rechazados por las tropas y sus jefes llevados ante los tribunales en Lancaster. 1843, gran miseria. 1844, reanimación. 1845, gran prosperidad. 1846, comienza con un auge sostenido, seguido de síntomas de reacción. Derogación de las leyes anticerealistas. 1847, crisis. Rebaja general de jornales en un 10 por 100 y más, para festejar la fiesta del "big loaf" (90). 1848, depresión sostenida. Ocupación militar de Manchester. 1849, reanimación. 1850, prosperidad. 1851, bajan los precios de las mercancías, salarios bajos, huelgas frecuentes. 1852, se inicia la mejoría. Prosiguen las huelgas, los patronos amenazan con importar obreros extranjeros. 1853, crece la exportación. Huelga de ocho meses; gran miseria en Preston. 1854, prosperidad; abarrotamiento de los mercados. 1855, afluyen de los Estados Unidos, Canadá y mercados del Asia oriental, noticias de bancarrotas. 1856, gran prosperidad. 1857, crisis. 1858, mejoría. 1859, gran prosperidad, aumentan las fábricas. 1860, cenit de la industria algodonera inglesa. Los mercados indios, australianos y otros se hallan tan abarrotados, que todavía en 1863 no han podido absorber todo el cuajarón. Tratado de comercio con Francia. Enorme incremento de las fábricas y la maquinaria. 1861, el auge dura largo tiempo, reacción, guerra norteamericana de Secesión, penuria algodonera. 1862 a 1863, completa bancarrota. Oscus 82 Así, nos encontramos, por ejemplo, con que, a comienzos de 1863, 26 casas industriales, propietarias de grandes alfarerías en Staffordshire, entre ellas las de J. Wedgwood e Hijos, piden en un memorial la intervención violenta del Estado. Alegan que la "competencia" con otros capitalistas no les permite restringir voluntariamente las horas de trabajo de los niños, etc. "Por tanto, deplorando mucho los abusos a que más arriba hacemos referencia, reconocemos que sería imposible impedirlos por medio de ninguna clase de acuerdos entre los fabricantes... Teniendo en cuenta todo esto, hemos llegado a la convicción de que es indispensable dictar una ley obligatoria". Child. Empl. Comm. ist Rep. 1863, pág. 322. servicio Hosting Mail 6. Lucha por la jornada normal de trabajo. Restricción legal del tiempo de trabajo. La legislación fabril inglesa de 1833 a 1864

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